1874.- EL
CERCO EN EL QUE LAS HIPÓCRITAS QUEDAN ATRAPADAS
Las almas no han querido confiar en Dios, no
han querido tampoco ser generosas con Él, entonces, tienen-padecen la ausencia
de Dios como la rebeldes orgullosas que quisieron ser.
Un poco de atención a Dios, algo de
generosidad desinteresada para con Él, y hubiesen cosechado al ciento por uno,
pero fueron y son mezquinas, desean continuar egoísta y exclusivamente
consagradas a su orgullo.
Si le hubiesen prestado atención a Dios, si
hubiesen buscado al Señor, Él habría pasado limpiado, purificado, liberado,
corregido, encaminado, pero habiéndole cerrado la puerta, las alma se
condenaron.
Se condenaron a quedar encerradas-enterradas
en el abismo desolado de su ser desamorado. Se condenaron a quedar en tinieblas
privadas de Dios y olvidadas de El obsesionándose por saciar-conformar su
orgullo.
Se condenaron a pasar por el mundo sin Dios entregándose
a pasar también oda una eternidad sin Dios.
Se condenaron a padecer la misma indiferencia
que han querido tener, simplemente porque se coséchala siembra.
No las mata Dios, ellas mismas se mataron con
la indiferencia hacia Dios, se consagraron al olvido y la negación de Dios, entonces,
hacen en el abismo de su ausencia.
Ahora padecen la ausencia de Dios y no tienen
mas remedio que padecer como si fuese su indiferencia, pero no es Dios el
indiferente a los padecimientos humanos, las almas se encuentran anegadas en su
misma indiferencia hacia Dios.
El que siembra vientos, cosecha tempestades, y
el que ha querido pasar por el mundo indiferente a Dios, se pierde enterrado en
esa misma indiferencia, se ahoga en lo que quiso ser-tener.
Dios no es indiferente a las almas que le
fueron indiferentes, son las mismas almas las que sufren-padecen su
indiferencia hacia Dios, que se hallan cercadas-encerradas en su miseria
preocupándose por sí mismas sin remedio, salida o solución.
Dios no es duro, severo o intransigente
desamorado e indiferente, las almas están cosechando su siembra, se hallan ante
la desolación que se han formado, y lo que es peor, desean continuar
prescindiendo de Dios, hasta culpándolo o acusándolo por lo que padecen, siendo
que el infierno lo construyeron al desecharlo.
Estamos en la hora en la que aquellas almas
que deseen tener a Dios en verdad, van a tener que esforzarse por encontrarlo,
no porque se niegue, sino porque en el mundo ya no esta, y porque deberán
romper el manto de su propia indiferencia hacia Él, ese cerco en el que las
hipócritas quedan atrapadas mintiéndose a sí mismas y volviéndose demonios.